Pasó la Semana Santa y vuelta a la rutina, vuelta a nuestra soledad. Despertaremos con la resaca acumulada de todos estos días y poco a poco nos iremos dando cuenta de que nuestra ciudad no es esa que imaginamos unos días al año y en la que vivimos una bonita ilusión en la que parece que somos el ombligo del mundo, que todos los ojos nos miran.
Las calles se llenan de gente, hierven de vida. Parecemos una CIUDAD y nuestras ruinas son más pequeñas porque nosotros somos más grandes. Durante esa semana nos sentimos más orgullosos que nunca de vivir o ser de aquí. Orgullosos de nuestras tradiciones, tradiciones que algunos pretendieron, sin conseguir, empañar politizándolas con mensajes fuera de lugar.
Ojalá siempre fuera Semana Santa en nuestra ciudad. Ojalá todo el año fuera nuestra semana grande. Que la gente se encontrara y no se tuviera que reencontrar. Nos gustaría vivir aquí, en una tierra sin tantos y tantos exiliados económicos, exiliados culturales, exiliados sociales, exiliados al fin y al cabo.
Una tierra donde la gente luchara todas y todos a una, cual carnero-ariete de Viriato que golpeara y hendiera todas las puertas que nos han sido cerradas por la historia antes y la política ahora.
Lo mejor que se nos ocurre es terminar con un poema de John Donne que condensa todo lo que hemos dicho y lo que hemos querido decir:
Por quien doblan las campanas
Nadie es una isla, completo en sí mismo;
cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra;
si el mar se lleva una porción de tierra, Todo queda disminuido,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia;
la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad;
y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas;
doblan por ti.
Las calles se llenan de gente, hierven de vida. Parecemos una CIUDAD y nuestras ruinas son más pequeñas porque nosotros somos más grandes. Durante esa semana nos sentimos más orgullosos que nunca de vivir o ser de aquí. Orgullosos de nuestras tradiciones, tradiciones que algunos pretendieron, sin conseguir, empañar politizándolas con mensajes fuera de lugar.
Ojalá siempre fuera Semana Santa en nuestra ciudad. Ojalá todo el año fuera nuestra semana grande. Que la gente se encontrara y no se tuviera que reencontrar. Nos gustaría vivir aquí, en una tierra sin tantos y tantos exiliados económicos, exiliados culturales, exiliados sociales, exiliados al fin y al cabo.
Una tierra donde la gente luchara todas y todos a una, cual carnero-ariete de Viriato que golpeara y hendiera todas las puertas que nos han sido cerradas por la historia antes y la política ahora.
Lo mejor que se nos ocurre es terminar con un poema de John Donne que condensa todo lo que hemos dicho y lo que hemos querido decir:
Por quien doblan las campanas
Nadie es una isla, completo en sí mismo;
cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra;
si el mar se lleva una porción de tierra, Todo queda disminuido,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia;
la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque estoy ligado a la humanidad;
y por consiguiente, nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas;
doblan por ti.
¿Pero estas aquí o vives fuera? ODIOSA FRASE.
ResponderEliminarComo dice Sabina: "Tanto ruido y al final la soledad"...
ResponderEliminarMe encanta la frase de Les Luthier con la que me has pillado para que venga a leerte...jeje
Espero todo bien.stop.te llamaré.stop
Besotes enormes
Todas tus entradas (el título del blog no miente) destilan queja, y no resignación. Lo que, como elección, está muy bien.
ResponderEliminarGracias Raúl, pienso que para quejarse sin hacer nada ya estan las barras de los bares así que no nos quedaba otra, aparte de votar, claro.
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